Comentarios sobre México y sus políticos

"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Albert Einstein)

"El castigo que los hombres buenos tienen que pagar por no estar interesados en la política es ser gobernados por hombres peores que ellos mismos" (Platón)

"La derecha cree en el libre mercado, la izquierda en la libertad social, y ambas no se dan cuenta que uniéndose se forma el liberalismo" (Sergio Sarmiento)

domingo, enero 15, 2006

LA MENOR INFLACIÓN EN MÁS DE TRES DÉCADAS

La semana pasada se dio a conocer la inflación oficial registrada durante el 2005, 3.33%, la más baja en más de tres décadas, desde 1969 cuando se empezó a medir con el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Las estimaciones para este año, aunque superiores a lo registrado el año pasado, siguen siendo por debajo del 4%. Al menos dos generaciones de mexicanos nunca habíamos vivido un periodo tan largo (más de 5 años) con inflaciones de un dígito. Sólo aquellos que empezaron su vida laboral en los 60’s o antes pueden recordar una época con mayor estabilidad. Estamos hablando de personas con más de 50 años de edad, alrededor de un cuarto de la población o menos. Y, aunque lo recuerden, sin lugar a dudas tienen más frescos los terribles recuerdos de los 70’s, 80’s y 90’s con inflaciones de hasta 3 dígitos, cuando el poder adquisitivo de los mexicanos casi desapareció.

A pesar de que fue una excelente noticia, sobraron las voces que han ninguneado, despreciado, ese indicador. Para algunos la inflación baja no es suficiente y se enfocaron en el bajo crecimiento del país, en la baja creación de empleo. Otros demeritaron la noticia descalificando al indicador, afirmando que la realidad es distinta en el bolsillo de los trabajadores, que el métrico esta manipulado, “maquillado” por el gobierno para dar cuentas alegres. No sé que opinen quienes tienen más de 50 años y si se acuerden de otras épocas con estabilidad de precios, pero yo, que nací y he vivido siempre entre crisis económicas, los últimos años han sido muy buenos comparados con los 80’s y 90’s que recuerdo muy bien. Una baja inflación no es causa suficiente para disminuir la pobreza, pero si es necesaria, indispensable para lograrlo. El país podría tener crecimientos anuales de su PIB de 10 o 20%, pero si la inflación es del mismo orden o incluso superior, los precios de bienes y servicios siempre vencerán a los salarios de los trabajadores, de los más pobres, y su nivel de vida se degradaría. Ya lo hemos vivido, ¿por qué hay gente que todavía insiste en regresar a esos modelos económicos probados y fallidos? La única respuesta con sentido que se me ocurre es que no les conviene reducir la pobreza, al contrario, quieren seguir administrándola, que los pobres existan para que ellos puedan acceder y/o conservarse en el poder.

Como lo comenté en mi editorial anterior, el crecimiento económico y, por consiguiente, la creación de empleos, sólo se dará cuando el país reúna ciertas características, un marco legal, las reformas estructurales, que permitan aumentar la inversión productiva, la que genera empleos. Pero dicha inversión no puede venir del gobierno, como algunos proponen, pues los ingresos del gobierno vienen de los impuestos y por ende están restringidos o acotados por el mismo tamaño de la economía que es lo que se intenta hacer crecer. Se caería en una paradoja, ¿qué es primero, el huevo o la gallina? ¿El gasto del gobierno o el crecimiento de la economía? Hoy la mayoría de las condiciones económicas, de las variables, están dadas para mantener a la economía aletargada o con un muy magro crecimiento. De hecho, el crecimiento marginal que hemos tenido en los últimos 5 años (2.6% en promedio) se ha dado principalmente por el “jalón” que nos ha dado la economía estadounidense en el 2004 y 2005, así como el elevado precio del petróleo que ha aumentado el gasto gubernamental, y el incremento de las remesas de los paisanos, que en el 2005 también fueron record (más de 20 mil millones de dólares). Si no fuera por lo anterior nuestra economía estaría en serios aprietos.

Algunos se quejan, sobre todo los empresarios exportadores, que la fortaleza del peso nos resta competitividad, que se debería devaluar la moneda para “empujar” las exportaciones. Para empezar, el gobierno ya no tiene tanto poder sobre el tipo de cambio. Es el Banco de México (BM), una institución autónoma, quien pudiera influir en el mismo. Sin embargo, en un régimen de libre flotación una de las principales maneras para depreciar el tipo de cambio es comprando dólares, y paradójicamente hoy en día las reservas están en el orden de los 70 mil millones de dólares, otro record histórico. El BM ya no puede aumentar sus reservas, al contrario, en los últimos dos años ha intentado mantenerlas en ese nivel, vendiendo dólares al mercado. De hecho, hay analistas financieros que afirman que si el BM no hubiese acumulado tantos dólares hoy el tipo de cambio estaría mucho más bajo inclusive. Sin embargo, si a pesar de lo anterior, se forzara una devaluación, ésta sólo beneficiaría de manera temporal al sector exportador y principalmente a los empresarios, a los dueños del capital, pues como ya lo hemos visto en muchas ocasiones en las casi 4 décadas anteriores, después de una devaluación la inflación se dispara, pues muchos productos son importados o usan precios internacionales en dólares como referencia. Lo último en aumentar, como siempre, serían los salarios, empobreciendo más a la mayoría de la población, pues al final de cuentas todos somos consumidores.

El BM tampoco puede reducir la tasa de interés (para el caso de nuestro economía es el famoso “corto”, que no es otra cosa que “sacar” dinero circulante de la economía, hacerlo más escaso y, si algún banco lo desea, lo obtendría a una tasa de interés mucho mayor) rápida o drásticamente, pues una tasa de interés baja aumentaría el consumo, la demanda, y la oferta no es tan elástica, lo cual resultaría en un aumento de precios generalizado: inflación. Además, las tasas de interés en la mayor parte del mundo, pero principalmente en EU, nuestro mercado de referencia, están en un ciclo alcista, lo cual imprime presión a la alza a nuestras tasas internas. Así las cosas, el margen de maniobra para generar un crecimiento de la economía, con las variables, el marco legal y financiero, vigentes es muy reducido, por no decir nulo.

Otra variable que afecta enormemente el crecimiento de nuestra economía es el precio de la energía, electricidad y combustibles. Lamentablemente en nuestro país el precio de esos insumos se rige más por cuestiones políticas que por estrategia económica. Los ingresos de PEMEX y CFE, las principales paraestatales del Estado, y también las principales fuentes de recursos para el gobierno, están determinados por el Ejecutivo y el Congreso. Muchos empresarios piden precios bajos, subsidiados respecto a los precios internacionales, para aumentar artificialmente su competitividad. Sin embargo, el gobierno nunca hará eso, no con las reglas del juego actuales. Subsidiar a los empresarios con precios bajos de gas, gasolina y electricidad, implicaría una reducción sustancial en los ingresos gubernamentales, los cuales no han dejado de ser un botín de los partidos políticos desde siempre. Los partidos políticos, que controlan al Congreso, cada vez exigen una mayor tajada del pastel, mas recursos para sus partidos, para sus grupos de poder, para sus sindicatos, para sus fines e intereses particulares, y no están interesados, por lo que hemos visto durante los debates presupuestales en los últimos 5 años, en hacer algo para que la economía crezca.

El tamaño de “la cobija” presupuestal ya está determinado, es fijo, y no puede crecer de la noche a la mañana. Aumentar impuestos no es una opción, sería un suicidio, pues mataría la poca inversión productiva (extranjera o nacional) que todavía tenemos. A mayores impuestos la recaudación disminuye, aunque para algunos suene paradójico, pues la inversión se detiene, hay menor crecimiento, y la evasión aumenta, el sector informal crece. Si ya conseguimos la estabilidad de precios, una inflación baja, y lo que queremos es crecimiento económico, éste debe lograrse generando un circulo virtuoso, auto sustentable, en la economía. Dicho impulso inicial debe darse de tal forma que no genere un desequilibrio en el mediano plazo. Una devaluación forzada, o subsidiar los energéticos no son la respuesta. Tampoco elevar el gasto social, aunque sea respaldado con los altos ingresos petroleros y no con deuda, es una respuesta que garantice un crecimiento sostenido, pues dicho gasto sólo genera un bienestar temporal en ciertos sectores de la población (como ya sucedió en los 70’s y principios de los 80’s), incrementando la demanda pero no la oferta, causando inflación.

Programas sociales como Oportunidades, subsidios directos a productores de ciertos bienes básicos, principalmente agrícolas, el gasto en pensiones para adultos mayores sin sustento financiero, altas pensiones y sueldos de los burócratas, así como un exceso de los mismos, entre otros programas de “gasto social” es lo que está ahogando las finanzas del gobierno, y no genera un crecimiento sostenido de la economía. Sin embargo, paradójicamente, son esos rubros en los que el gobierno y el Congreso han aumentado el gasto en los últimos años. Nuestro país está sumergido en el síndrome conocido como “mal holandés”, en el cual países altamente exportadores de recursos naturales, que no adoptan medidas económicas para evitar la sobre valuación de sus monedas y la consecuente pérdida de competitividad de su sector productivo, se condenan al estancamiento, la desigualdad y la pobreza. Hoy tenemos un superávit comercial o financiero, pues ingresan más dólares a nuestra economía que los que salen. Eso no estaría tan mal si dicho desbalance fuera por venta de productos con valor agregado, que generaron empleo en nuestra economía. Pero no es así, entran más dólares por la venta de una materia prima, casi sin ningún valor agregado, el petróleo, y por la “venta” de mano de obra a EU, los paisanos que envían remesas.

Ese superávit tampoco estaría tan mal si dichos ingresos extraordinarios se usaran para generar empleos, inversión productiva, en nuestro país. Pero tanto los ingresos adicionales del gobierno por los altos precios de petróleo, como las remesas que envían los paisanos a sus familiares, se usan en su mayoría para gasto no productivo (sueldos y pensiones de burócratas, subsidios, y programas asistenciales en el caso del gobierno, y compra de bienes básicos en el caso de los familiares de paisanos), lo cual aumenta la demanda de bienes y servicios, manteniendo la oferta interna (empresas nacionales) casi intacta. Si no fuera porque muchos productos extranjeros ya son importados y comercializados libre y legalmente, y porque todavía hay mucho contrabando, que cubren esa demanda agregada, la inflación no estaría tan baja.

Tampoco estaría tan mal si una buena parte de dichos ingresos extraordinarios y temporales (petróleo y remesas) se ahorraran en lugar de gastarse. Dicho ahorro forzaría las tasas de interés a la baja, no aumentaría la demanda de bienes y servicios de manera significativa, lo cual podría impulsar la economía al reducir la tasa interna de retorno (TIR en español, ROI en inglés) con la cual se justifican los proyectos productivos que son los que generan empleo y crecimiento económico.

En resumen, el gobierno debería destinar los ingresos adicionales, por los altos precios del petróleo, íntegra y exclusivamente a proyectos productivos, no ha gasto social. Una buena parte podría ser destinada a obras de infraestructura que nos vuelvan más productivos como país (aeropuertos, puertos marítimos, carreteras, puentes, presas, etc.). Otra buena parte debería ser usarse para otorgar créditos “blandos” a micro y pequeños empresarios para que generen empleos. Pero créditos, que se tengan que pagar, no subsidios que sean un pozo sin fondo. Y otra buena parte debería quedarse en PEMEX para renovar su infraestructura y aumentar la exploración y producción. También deberían usarse esos ingresos altos, pero temporales, del petróleo para respaldar una reforma fiscal integral que disminuya el ISR y generalice el IVA. En el corto plazo se podría dar una reducción de los ingresos del gobierno, los cuales se cubrirían con esos excedentes petroleros. Pero en el mediano y largo plazo, dicha reducción en el ISR, con una simplificación en su cálculo (nulas exenciones y excepciones) aumentaría las inversiones productivas, el crecimiento de la economía, y por ende la recaudación del gobierno (como ya se ha probado en naciones exitosas como Irlanda o Chile). Solamente así, atacando varios frentes a la vez, pero siempre privilegiando o incentivando la inversión productiva (nacional o extranjera, no importa mientras generen empleos y paguen sus impuestos), es como se podría dar un crecimiento alto y sostenido de la economía sin volver a caer en las crisis devaluatorias e inflacionarias del pasado.

Estimado(a) lector(a), ¿te has preguntado quién de los 3 candidatos a la Presidencia está ofreciendo una solución realista y viable para incrementar el empleo, los salarios y la economía del país? El futuro del país está en manos de nosotros, de los electores. Votemos con la cabeza, no con el corazón o las tripas.


Dany Osiel Portales Castro
Monterrey, NL, México
unete@anula-tu-voto.org.mx

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"Es mas fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Albert Einstein)

"La vida es muy peligrosa. No para las personas que se hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa". (Albert Einstein)

"La inteligencia de un ser humano se mide exactamente por la cantidad de felicidad que este pueda crear para el y para los demás" (Germán Dehesa)

"El castigo que los hombres buenos tienen que pagar por no estar interesados en la politica es ser gobernados por hombres peores que ellos mismos" (Platón)