Comentarios sobre México y sus políticos

"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Albert Einstein)

"El castigo que los hombres buenos tienen que pagar por no estar interesados en la política es ser gobernados por hombres peores que ellos mismos" (Platón)

"La derecha cree en el libre mercado, la izquierda en la libertad social, y ambas no se dan cuenta que uniéndose se forma el liberalismo" (Sergio Sarmiento)

jueves, marzo 16, 2006

REDUCIR LAS TARIFAS DE LA LUZ, GAS Y GASOLINAS

De acuerdo a una encuesta publicada por El Universal el lunes 13 de marzo pasado, la promesa de Andrés López (AMLO) de reducir las tarifas eléctricas, del gas LP y natural, así como de la gasolina si llega a la presidencia es la 3ª que más recuerda la gente, tan sólo después del ayuda a las personas de la 3ª edad y de la ayuda, en general, a los pobres. También en ésta semana, esa promesa, de reducir las tarifas de los energéticos, recibió fuertes críticas de Alfredo Elías Ayub, director de la CFE, así como del Presidente Fox. Ambos funcionarios expresaron que esa promesa, de cumplirse, pondría en riesgo las finanzas públicas del país. El titular de la paraestatal agrego: “Difícilmente se puede producir electricidad más barata de lo que la producimos con los precios como están. Si alguien decide bajar las tarifas, tendrá que sacar dinero de algún lado para subsidiarlas, porque el país necesita a largo plazo, una empresa eléctrica sana".

Lamentablemente durante más de 70 años los regímenes priístas crearon una cultura entre la mayoría de la población mexicana de un gobierno todo poderoso, de “papa gobierno”, cuya responsabilidad es proveernos de todo y gratis. Esa falsa percepción de la realidad entre la mayoría de la población es lo que permite que propuestas populistas como la de reducir las tarifas de la luz, gas y gasolina tengan tanta aceptación. Como ya lo estuvimos analizando en semanas pasadas, la mayoría de las promesas de AMLO son de ese estilo, de proveer servicios, apoyos, ayuda a amplios sectores de la población. Su estrategia electoral es, sin duda, impecable. Tiene bien definido su población objetivo: las clases bajas, los más pobres, que en México son más de la mitad de la población, casi el 80% si incluimos a la clase media baja. Ese sector de la población es el que más apoyos ha recibido en las últimas décadas con una innumerable lista de programas (Contigo, Progresa, Solidaridad, Procampo, Conasupo, Liconsa, Diconsa, y un largo etcétera), sin embargo los resultados han sido escasos, por no decir nulos y hasta negativos. Han creado a un grupo de población dependiente de “la caridad” gubernamental. Presas fáciles de los partidos políticos en tiempos de campaña.

Cabe agregar que la mayoría de esa población tiene un nivel educativo bajo (primaria o máximo secundaria), y no tiene acceso a información económica y, aunque se le proporcione dicha información, es poco probable que la entienda. En las democracias modernas son los votos los que cuentan, no el nivel educativo ni la información con la que cuenten los votantes. Vale lo mismo el voto de una persona que no sabe leer ni escribir y que le dicen que vote por el partido de México, ese que tiene los colores de la bandera, que el voto de un ciudadano con estudios universitarios y hasta con postgrado que entiende de macroeconomía, de impuestos (por que los paga y tiene que hacer su declaración cada año), del tipo de cambio, de la inflación, de las tasas de interés, etc. Ante ésta situación, y como comentó Severo Pérez, un amigo mío, y lo cito: “mejor vayámonos acostumbrado a la idea de que el peje será nuestro próximo presidente. Yo honestamente la veo muy difícil que no gane, especialmente cuando la gente de escasos recursos (populista) es la que lo apoya, ya que son la gran mayoría. La verdad si gana por eso, entonces el país se lo tiene merecido porque siendo sinceros nosotros pertenecemos a una pequeñísima parte de la población que no esta jodida y el resto que si esta muy jodido son la gran mayoría de la población de este país. El que gane el peje no quiere decir que sea la solución, pero si gana al menos hay que reconocer la causa.”

Y las causas, para quienes tenemos acceso a Internet, que somos parte de esa minoría con estudios por arriba del promedio de la población, con ingresos por arriba del promedio de la población, deben quedarnos claras. Por ahí he leído y escuchado que tanta “propaganda” negativa hacia AMLO sólo le ésta subiendo su popularidad, pues se hace la víctima de un “compló” de parte de “los de arriba”, de “los poderosos”, que no quieren que llegue pues saben que sus días de privilegios terminarán. Dicen “que mientras más mal hablan de López Obrador, más popular es.” Probablemente así sea, pero quienes tenemos acceso a más información, quienes tenemos más educación, no podemos, no debemos quedarnos callados. Si nuestro trabajo de informar, o al menos presentar nuestro punto de vista, causa que más gente vote por AMLO ni modo, hay que hacernos a la idea. Si ése es el nivel de la mayoría de los ciudadanos mexicanos que en lugar de investigar, informarse, ver “pros” y “contras”, evaluar argumentos, en resumen razonar su voto, prefieren votar por alguien porque “les cae bien”, “habla bonito”, “es como nosotros”, “habla como nosotros”, “me va a dar un ayuda”, “me va a bajar la luz y el gas”, etc., pues entonces, bajo las reglas democráticas que tenemos, un gobierno de ese nivel será el que tendremos.

Y es que sólo hay de dos “sopas” en la “ecuación” de propuestas populistas en una campaña electoral: Quien hace esas propuestas no sabe nada de economía ni las repercusiones que tendrán en las finanzas públicas, o si sabe de lo que esta hablando pero sólo quiere llegar al poder sin importarle prometer mentiras. En cualquiera de los dos escenarios estamos “fritos”, pero si a la mayoría de la población no le importa o no lo entiende, pues no podemos hacer nada más que tratar de informar o hacer razonar a quienes conocemos. La mayoría de mis lectores tendrán acceso a éstas líneas por un correo electrónico o por una página de Internet. Somos de ese grupo minoritario y privilegiado que tenemos acceso a esta tecnología. En verdad haríamos muy mal si después de saber lo que sabemos ni siquiera acudiéramos a votar, dejando que otras personas decidan por nosotros. El abstencionismo, según algunas encuestas, rondará el 50% el próximo 2 de julio. Es triste que casi uno de dos mexicanos no les interese quien los gobierne aunque tenga tanta influencia en su vida. Y el abstencionismo es mayor en la clase media y alta, en quienes tenemos acceso a más información y mayor nivel educativo. Pues “los de abajo”, como dice AMLO, son en buena parte acarreados el día de la elección. Así que usted ya sabe, estimado(a) lector(a), si no va a las urnas aunque sea a anular su voto, aténgase a las consecuencias.

Pero volviendo al tema de la reducción de tarifas de energía eléctrica, gas y gasolina, ¿por qué no pueden bajarse como afirma la CFE y Fox? ¿O qué pasaría si se bajan como promete AMLO? Para dejar más claro el asunto voy a citar a continuación lo que publicó el lunes 13 pasado Everado Elizondo, Subgobernador del Banco de México, en El Norte:

“El entorno actual es propicio para la expresión de demandas que consisten en el establecimiento de "precios justos" para ciertos productos y servicios. El uso del concepto "precios justos" es muy frecuente entre líderes de grupos de presión, políticos, moralistas y activistas sociales. Como quiera, es curioso notar que el término no se encuentra por lo común en los libros de texto de microeconomía (digamos, en un clásico, como The Theory of Price, de G.J. Stigler), ni en los diccionarios de la materia (por ejemplo, en un referente usual, como The Penguin Dictionary of Economics).“Al parecer, la noción del "precio justo" constituye una materia bastante plástica, moldeable a voluntad del proponente. En los casos a los que me referí al principio, el término se puede aplicar, por un lado, a un "precio justo" para los productores de algunos bienes agrícolas y, por otro, a un "precio justo" para los consumidores de algunos energéticos. Esta ductilidad sugiere de inmediato una pregunta quizá difícil: ¿"justo" a juicio de quién? Inevitablemente, del Gobierno, única entidad con poder suficiente para hacerlo obligatorio. Pero la acotación no resuelve las dudas.“Para empezar, conviene apuntar que "precio justo" quiere decir, en la práctica, un precio diferente del que rige en el mercado. Supongamos, por ejemplo, que el Gobierno "garantiza" a un grupo de productores un precio superior al de mercado, en aras de alguna idea peculiar de "justicia". En tales condiciones, caben dos posibilidades atendibles: i) los consumidores pagan el nuevo precio; o, ii) el Gobierno absorbe la diferencia. En este último caso, por supuesto, el costo final lo sufren los contribuyentes (actuales o futuros). Independientemente de los aspectos económicos del asunto -que apenas insinué-, lo señalado sugiere otra pregunta ética: ¿qué justifica tal redistribución forzosa del ingreso? En otras palabras, ¿por qué merecen algunos productores el beneficio que reciben? Y, ¿por qué se impone un sacrificio a los consumidores y a los pagadores de impuestos? ¿Serán pobres todos los primeros? ¿Serán ricos todos los segundos?“En síntesis, conviene recordar que los "precios justos" no son otra cosa que controles oficiales de precios, con beneficios y costos que inciden en forma muy compleja sobre los diversos sectores de la sociedad. Por eso se presentan en forma de argumentos morales. Es una manera sencilla de obtener el apoyo del respetable, sin tener que entrar en honduras analíticas. El razonamiento que sustenta esta estrategia es muy sólido: por una parte, los beneficiarios del arreglo perciben con claridad su provecho y constituyen grupos que, aunque son relativamente pequeños, están bien cohesionados; por la otra, los afectados perciben de manera difusa los costos que sufren y, aunque su número puede ser muy grande, no están organizados. El saldo positivo (para el proponente) es obvio.”

El precio de los energéticos no se puede cambiar nada más por deseo, por decreto, al menos no sin afectar otras variables económicas. Para empezar hay que separar a las tarifas de la energía eléctrica, del gas y de las gasolinas entre sí, pues aunque todas se nos hacen altas, tienen causas y condiciones muy distintas. La energía eléctrica en México ya esta subsidiada, sobre todo para el consumo doméstico (~50% de descuento) y el rural (~70% de descuento). Dichos subsidios van disminuyendo al aumentar el consumo, como debe de ser, por eso gente que tiene aires acondicionados y los prende muchas horas pues su factura sale muy alta. ¿Cuánto más piensa bajarlas AMLO? Por cierto, de acuerdo a una nota publicada por El Norte, todos los trabajadores activos y jubilados de la CFE reciben 350 kW/Hr gratis por mes, y “pagan” un centavo de peso por cada kilowatt hora adicional. De este modo, el consumo promedio de los trabajadores de la CFE es de 966 kW/Hr mientras que el promedio del resto de la población es de 150 kW/Hr. Sólo para comparar, el consumo promedio de los clientes residenciales de alto consumo, entiéndase los millonarios con mansiones y climas centrales, es de 543 kW/Hr. Es “prestación” tuvo un costo para el Erario de más de 2 mil millones de pesos durante el 2005, casi la mitad de las “ganancias” que reporte la CFE en el mismo periodo. En el caso de la energía eléctrica se requiere abrir el sector (que no significa privatizar) para que la CFE compita directamente con otras empresas, que los consumidores podamos cambiarnos de proveedor buscando mejores precios y servicios.

El gas butano licuado también esta subsidiado, mientras que el gas natural refleja costos altísimos porque se toman precios de referencia del mercado de sur de Texas, del cual importamos casi un cuarto de nuestro consumo natural. Aquí la solución sería importar gas natural de otras regiones y/o incrementar la inversión en nuestro territorio para ser autosuficientes en el mismo, y cambiar la fórmula para fijar el precio. Respecto a las gasolinas la razón de su alto precio es que tienen muchos impuestos. En estos momentos el precio internacional del petróleo es alto, pero hace tan poco como 3 años, casi el 50% del precio de la gasolina fueron impuestos. Sin embargo, en ninguno de los 3 casos se podrá reducir la tarifa sin que se afecten las finanzas del gobierno federal. Hacerlo significaría un impacto negativo para otros gastos del gobierno pues se tendría que destinar más recursos para los subsidios, en el caso de la electricidad y gas LP, o porque disminuirían los ingresos al bajar los impuestos en el caso de las gasolinas. Recordémoslo siempre: No hay lonche gratis, alguien tendrá que pagar por esas tarifas “justas” que propone AMLO. Sobre aviso no hay engaño, al menos yo podré decir “se los dije”.